Algunas veces sientes que quieres liberarte, que quieres
dejar atrás todo lo que has hecho, necesitas salir pitando de ese lugar,
necesitas ser libre por fin y olvidar que todo lo que dejas atrás no te ha importado
nunca. Pues precisamente, así me sentía yo, que no conocía nada más que
aquellas cuatro paredes de piedra en las que llevaba 6 años, tal vez mas
encerrada y de los que tal vez jamás saliese.
Ni siquiera entendía que hacía allí, ni quien era, ni que
era, ni donde estaba. Solo había escuchado algo, un par de veces, algo que tal
vez explicase por qué estaba allí, porque no podía ver a nadie, por qué no
podía salir. Resultaba que yo era una niña, normal y corriente, que tenía un
tipo de sangre capaz de curar todas las enfermedades del mundo, algo así como
una cura universal. Aquellos científicos que me hacían pruebas y mas pruebas no
entendían nada de ello, entonces resultaba que yo era una enviada divina. Já.
Menuda tontería. Yo lo único que quería era salir de allí.
Pero todo cambio un día de pronto, cuando aquel chico me
confirmó que era todo aquello verdad. Aquel chico de brillantes ojos azules y
sonrisa perfecta que era a la primera persona que me visitaba en seis años.
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