Aquel chico acabó visitandome todos los días, hablando conmigo, exlicandome quien era yo, quienes eran mis padres, donde estaba, que hacía allí. Me llamaba Lucía, y tenía catorce años y el se llamaba Ivan y tenía dieciseis. Y desde la primera semana, comencé a comprenderlo todo, o eso pensaba yo, porque la verdad estaba todavía por venir.
Un día, lo noté diferente. Sus ojos se habían vuelto más claros todavía, acercandose más al blanco que al azul y sentí que algo extraño le estaba pasando. Pero no le pregunté, no quería que por aquello el unico amigo que tenía y la unica persona que realmente se había preocupado por mi se enfadase. Así que lo dejé estar. Seguimos hablando como si no pasara nada, pero llegó un momento en el que el explotó. Ya no me miraba con aquellos ojos risueños azules si no con unos blancos calculadores, que me decían que algo en el había cambiado.
-Lucía, no puedo escondertelo más, necesito contarte porque estoy realmente aquí - dijo con una voz dulce angelical. Asentí sin pronunciar palabra alguna- Lucia, soy un angel y voy a sacarte de aquí.
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